Monday, January 3, 2022

"BELLY" IN CALAMEO MAGAZINE #70 /"VIENTRE", REVISTA CALAMEO

 

Calameo Magazine, The Ofi Press, pp. 16 -17.

https://en.calameo.com/read/00473905910501a54d31a



BELLY

Silk warp-weave

bursting into the blue of dawns 

into the territory of early morning zanate birds 

that do not know about songs as you do, 

who diminish anguish from veins 

while you decipher tattooed pain: 

that filament, that release of tears 

that mended the universe. 


It is your fortune to be an omen of cloud,

bird of all blues, humid breeze,

in the land of lagoon and cenotes

where lilies breathe deep under the water 

where the snail hawks

decide life and death.


These waters, these limpid blues 

that borrow the sky, 

are also a universe of reds: 

a wandering land of stories. 


I carry with me the silvery swell 

of storms that rock

ephemeral paper boats: 

memories of the subtle, 

of the fragile. 


I find no anchorage to my heart

and life keeps seeking me out:

what rules the universe if not weeping?

Wrapped in a smile, shroud of longing, 

saudade that whispers from the wide sea, 

in the distance, a quiet luring 

from the belly 

of the whale. 

C.J.

Translation into English by Don Cellini*

*Much gratitude to Don Cellini for this wonderful translation.



VIENTRE

Tejido-urdimbre de seda

que irrumpe en azul de amaneceres 

en territorio de zanates mañaneros 

que no saben de cantos, como tú, 

que deslavas angustia de las venas 

mientras descifras tatuado dolor: 

filamento de olvido en lluvia
que remendó el universo. 


Es tu fortuna ser agüero de nube,


ave de todo el azul, viento en humedad,


en tierra de cenotes y laguna

donde los lirios respiran hondo bajo el agua 

donde reclaman vida y muerte

los gavilanes caracoleros. 


Estas aguas, estos límpidos azules 

que piden en préstamo el cielo, 

son universo de rojos también: 

tierra deambulante de historias. 


Llevo conmigo el plateado oleaje 

de tempestades que agitan 

efímeros barcos de papel: 

memorias de lo sutil, 

de lo frágil. 


No encuentro anclaje a mi corazón


y la vida no deja de buscarme:


¿quién rige al universo si no es el llanto?

arropado en sonrisa, mortaja de añoranza, 

saudade que susurra desde el amplio mar, 

a lo lejos, irresistible, 

desde el vientre 

de ballena. 


C.J.

(Tomado de: Bacalar: Esbozos de agua y tinta, CDMX: Desliz Ediciones, 2019.)



Saturday, January 1, 2022

ABRAZO DE GUITARRA

 




 ABRAZO DE GUITARRA

Claire Joysmith

(Poeta, académica retirada y traductora. México) 



Speed, bonnie boat, like a bird on the wing, Onward! the sailors cry;

carry the lad that's born to be King,

over the sea to Skye. 


De niña, en la Ciudad de México, mi madre me arrullaba con la cadencia rítmica de esta canción escocesa, entre otras. 

¿Cómo entender a esa edad el esbozo histórico en lo musical? Sin embargo, la nostalgia en la voz materna era un sigiloso Braille que narraba la geográfica lejanía de lo umbilical. Añoranza sonora que visitaba mi duermevela, acechando mis sueños nocturnos. 

Rodeada en la vida diaria de historias ajenas, yo buscaba asirme a lo inmediato, a lo tangible: eso era el abrazo de mi guitarra. Al cumplir nueve años, fue regalo de mis padres, generoso ante la marcada austeridad económica de su vida como artistas migrantes. 

Al descubrir cómo colocar los dedos sobre las cuerdas, la guitarra me respondía; al aprenderme una tonada, resonaba para que yo le cantara. 

Era mi consuelo certero ante confusiones babélicas. Como la de hablar una lengua con mis padres del Reino Unido, otra con los vecinos mexicanos, otra en el liceo —sección francesa— y otra, ensortijada de silencios, con Nico, aquella luna materna oaxaqueña de larga trenza negra, quien suplía toda ausencia; y todavía otra más, secreta, inventada por mí, zurcida de retazos. Como la de escuchar y leer en distintas lenguas lo que llamaban historia y geografía. Era difícil comprender lo que podrían tener en común los romanos, Hernán Cortés, Benito Juárez, Enrique VIII, Juana de Arco, Winston Churchill y Macocó, el niño africano del libro de texto del liceo, en cuya biblioteca leía en francés la versión infantil de La Odisea, preguntándome en cuáles tierras lejanas podrían llegar a suceder aventuras como esas: ¿en el Imperio romano, en Francia, Escocia, Inglaterra, Oaxaca, África o Ítaca? 

Ante tales confusiones, el cuerpo sonoro de olor a madera dulce me era amable y asible: con solo seis cuerdas se caligrafiaban los territorios más íntimos. La guitarra me abrazaba, infundiendo en mí la indecible sensación de ser amorosamente comprendida. 

Tan era así que no importaba que el único cancionero a la mano traía consigo una babel más: “La cucaracha”, “La llorona”, “Sur le Pont D’avignon”, “When the Saints Go Marching In”, “Greensleeves”, “Blowing in the Wind”, “Kumbayá”, “Frère Jacques”, “King of the Road”, “Las mañanitas”... No diferenciaba yo entre una cultura y otra, una lengua y otra, una época y otra; solo entre una nota y la siguiente. 

Pasaba horas con esa caja de resonancias entre mis brazos. Y aunque el dolor calaba mis dedos de niña sobre las cuerdas metálicas, este se iba disipando junto con la angustia, al rítmico latir del corazón: la guitarra, la música y yo nos pertenecíamos en un hondo abrazo. 

Los dedos en tropiezo --tesoneros a toda hora, incluso en fines de semana-- se fueron deslizando hasta bailar al compás aprendido, la voz en asomo para hacerles coro. Y al llegar las melodías inventadas, acudieron a su llamado las palabras, articulando así una incipiente poesía. 

Al paso del tiempo, los cantos de mi madre fueron desvaneciéndose en la historia, a medida que aumentaban sus retratos al pastel de tonos sutiles, como aquel de la güerita concentrada, muy abrazada a una guitarra. 

Claire Joysmith


Tomado de ORQUESTA DE MEMORIAS (ebook)    

Equipo editorial: Agustín Cadena, Azucena García, María Elena Ortega, junio 2021, pp. 80, 81,82.